domingo, 13 de junio de 2010

..También se vive

He leído varias veces eso de que cuando verdaderamente quieres a una persona, sencillamente no puedes dar razones de por qué la quieres más o menos. No puedes explicar el por qué, es tan simple como dejar que todo fluya y te limitas a querer... como digo más o menos, pero eso es todo lo que nos limitamos a hacer.
Y la verdad es que nunca había creído en esto que decían; siempre había pensado que tendría que haber alguna que otra razón. Que si te atragantabas con las palabras por el camino sería otra historia... aunque la verdad es que una vez habiéndome visto en esa situación y habiéndome visto con pocas palabras que poder regalar me quedé atónita. Me quedé dudando. Pensando y buscando más allá.
¿Será simplemente eso cierto? Eso de que no puedes encontrar una razón cuando quieres de verdad. Cuando es incomparable a cualquier otra cosa...
Y aunque me cueste admitirlo, ahora estoy convencida de que es así.
Estoy convencida y no sé si cambiaré de opinión, pero sé que el amor no entiende de razones, no entiende de motivos ni de cosas divinas... depende más bien de la constancia, de paciencia y de pequeños detalles que para ti son espectaculares. Depende de un gesto que puedas recordar, de una canción que te recuerde a aquella situación que te sacó más de las sonrisas que tú imaginabas.
Y efectivamente, depende de todas esas veces en las que recuerdo uno de sus abrazos, en las que me viene una sonrisa si recuerdo aquella cena mientras yo no podía parar de estornudar, o aquella vez en la que no pude parar de reírme mientras le veía con su paraguas roto y más aún llevando mis bolsas con toda aquella ropa que quizás no fuera tan bonita, pero que sin quererlo me recuerda a que él estaba ahí para darme su opinión con su gran paciencia mientras yo miraba entre cientos de prendas rebajadas.
Esos quizás son los motivos verdaderos, aquellos que son tan pequeños y que tantas horas te llevarían para poder enumerarlos todos.
Ahora sé que no depende de si aquella otra persona es más o menos atractiva, de si su voz es más o menos risueña, de si viste bien o si sencillamente es un desastre.
Supongo que eso a fin de cuentas no es lo verdaderamente importante acerca de toda esta locura llamada "amor" y que tan cursi e incluso repelente nos puede resultar en ciertos momentos de nuestra vida, pero que en realidad es aquello que todos buscamos sentir, aquello que cambiará nuestro futuro y dependerá de esa otra persona si el resto de noches que nos queden recaigan en la misma almohada de esa persona que quizás no siempre, pero que probablemente algún día fue lo más especial para ti y con la que quisistes compartirlo todo.

Y yo... bueno, yo aún soy muy joven supongo y tampoco soy quién para hablar del amor a gran escala, no soy quién para decir cuánto cambia una vida cuando decides compartirla con otra... pero aunque no tenga la autoridad suficiente para hablar de todas esas cosas que finalmente un día conoceré o al menos eso espero, sé lo que es el amor en pequeños sorbos.
En pequeñas cantidades humanizadas que me devuelven la sonrisa por muy grande que haya podido ser mi enfado o mi estado de tristeza anterior. Y sé que "el amor", eso de lo que algunas personas huyen y por lo que no se quieren ver afectados, es, según mi punto de vista quizás infantil e inmaduro, aquello que te aporte ventajas tras ventajas. Aquello que nos sirva no solo para divertirnos y tenerlo como una especie de pasatiempos como algunos lo consideran, sino como algo mucho más significativo, como un estilo de vida... el estilo de vida de intentar vivir enamorado y por supuesto, sin perder la ilusión día tras día.
Y claro que yo me repito mucho y puede que todo esto no tenga mayor importancia para esa persona que para mí es especial, pero y qué si no lo es, supongo que no todo podría ser perfecto ni tampoco tal y como yo me lo imaginaba.
Pero aunque nada de todo esto se aproxime ni un poquito a la perfección, a mí me vale. A mí me hace feliz. Pero aunque yo me repita mucho y esto no sean más que cursiladas, unas tras otras, no me gusta que él las sepa para no esparcer por ahí la ilusión y que un día se esfume casi sin dejar rastro ni huella posible de seguir.
No me gusta sonar clásica ni tampoco excesivamente cursi, no me gusta ser una blandengue pero sí me gusta que me abrace y me dé miles de besitos mientras me dice lo tonta que soy y me describe la sonrisa tan sincera que por mi cara se asoma.
Tampoco a mí me gusta estar mal con él, a mí también me gustaría que todos los días fueran de fiesta y que él estuviera siempre tal y como yo quiero, pero supongo que en eso se basa una relación además de muchas otras cosas, en aceptar aquellos días en los solo eres capaz de soltar suspiros y quejas sin parar, en las que sientes que un poco más de paciencia no te vendrá mal si no quieres acabarlo todo ahí. Son días buenos como son dias largos y feos.
Así son.
Y yo, cuando acabe este maldito mes de estrés quiero que todos los días sean soleados y llenos de libertad veraniega, llenos de dulces besos o pasionales si se me antojan, de risas de verdad y de sonrisas que enamoren... pero sobre todo, que todos esos días sean de los buenos de verdad. Aunque resulten repetitivos. Los quiero todos así aunque no vayan a serlo, pero oye, de ilusiones...

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