jueves, 16 de diciembre de 2010

Con la miel en los labios - Esther Tusquets

“Sé que esto que sentimos, esto que tenemos entre las manos, tibio y suave y frágil y tiernísimo como un cachorro recién nacido, es la felicidad.
Antes de encontrarte a ti, no sabía en qué consistía, a pesar de que creía haberla experimentado algunas veces, y estoy convencida de que muchas personas, la mayoría, mueren sin haber tenido ni el más leve atisbo de lo que es. Pero ahora tú y yo si lo sabemos, y no serán admisibles posteriores olvidos: la felicidad, aunque rara, aunque infrecuente, aunque difícil, existe, y poco tiene que ver con la alegría, con el placer, con un amable bienestar. O sea que nadie nos podrá engañar ya nunca con sucedáneos, y, si la perdemos, perdida quedará, y no pretenderemos haberla transformado en otra cosa –haber transformado este amor, porque este amor y felicidad son aquí lo mismo–, ni rescatar los restos del naufragio, porque la genuina felicidad no admite, por esencia, metamorfosis ninguna, ni parciales rescates, no puede ni siquiera madurar, y si se rompe, no vamos a ir recogiendo los pedazos y recomponiéndola como si se tratara del jarrón de porcelana más bonito de nuestros abuelos…” (Esther Tusquets, Con la miel en los labios).

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