domingo, 10 de abril de 2011

Descartes

Después de borrar cinco veces todo lo que llevo escrito, después de cientos de canciones de las que esperaba inspiración, me limito a ser simple como la idea que surje como de la nada en mi cabeza.
¿Es cierto entonces? ¿Es verdad que por fin ha llegado el día?
Entre días y noches, prefiero referirme al momento. ¿A la etapa? Supongo que son términos que podría aceptar pero que prefiero no usar, al menos por el momento.
¿Ha llegado entonces? El momento, el día o la etapa en la que todo aquello no me haga más daño, cuando todo aquello pueda dejarlo verdaderamente en el pasado.
¿Estás aquí, por fin? El momento idóneo para darme cuenta que existe vida más allá de ti. Más allá de esa interminable historia que quizás yo me empeñé en alargar más de la cuenta. Sería estúpido por mi parte decir que aún quedaba algo cuando en realidad tú lo dabas todo por sentado meses atrás.

Si te tengo que dar ahora la razón, te la daré entonces. Si no quedaba nada, entonces déjame decir que para mí aún quedaban pedacitos de recuerdos fugaces esparcidos por la memoria. Pedacitos de momentos junto a ti que incesantemente me hacían más y más daño. ¿Han cesado entonces? ¿Es momentáneo esto que siento o piensa quedarse junto a mí?

Ahora, ahora que puedo observarte y reírme de mis propios errores, ahora que te conviertes en otra sombra alargada sin más penas que glorias. Alguien más. Alguien de tantos, supongo. Todo es un suponer al fin y al cabo, o eso dicen.

Durante meses me había limitado en recordar todos aquellos momentos buenos y por qué no, admitiré por primera vez que me daba miedo recordar todos esos otros días en los que no todo fueron risas y caras felices. Los días en los que me quedé horas esperando algo más, días en los que parecía que todo te daba igual aunque yo me empeñara en pensar que no. Como digo siempre, es una pérdida de tiempo remover los errores del pasado y por eso no me volveré en contra de mis propias palabras esta noche.

Noche cálida por el momento, noches de caféina y música, de papeles esparcidos por mi mesa mientras escribo algo que necesitaba soltar, algo que decir al mundo, algo por lo que pueda seguir con todo lo que tenga que hacer y sentir que mi mundo vuelve a tener algo de sentido, o más bien, que vuelve a tener algo que había perdido hace tiempo. ¿Amor? Claro que no, no me hace falta a nadie más que me recuerde que la vida es tal y como nosotros queremos verla, dependiendo de lo alto que esté el sol en esos momentos.

No he venido entonces a echar nada en cara, fueron buenos como malos momentos. Para qué decir que acabó bien, si todo acaba porque las cosas acabaron mal. Para qué más demora en decirte adios después de tantos meses junto a ti. No necesito más momentos vacíos mientras espero la llamada que nunca harías ni el beso que jamás me devolverías. No necesito más amor que pueda venir de aquello que tantos dolores de cabeza me ha causado, ni aún habiéndome dado felicidad otras muchas veces.

Necesitaba esto entonces, alejarme algún tiempo para recordar la esencia. ¿La esencia de vivir? Claro que no sé qué necesitaba recordar, solo presupongo que necesitaba un respiro ante el dolor; un tiempo para mí y para nadie más. Para recordar quién soy verdaderamente y no en la alma en pena que me convertí. Cuidando los tiempos verbales que me importan una mierda en realidad... Te regalo mi adios entonces, cuando tú ya te habías ido hacía tiempo y yo me había quedado esperando a alguien que jamás volvería la mirada atrás. A alguien que probablemente no recuerde ni la mitad que yo, que siga ensimismado en creer ser de una forma y demostrar todo lo contrario a la hora de la verdad... Sin reproches, es verdad.

Adios, entonces.

No hay comentarios:

Publicar un comentario