domingo, 16 de enero de 2011

Atado al pasado, ¿verdad, príncipe?

¿Sabes, príncipe? En realidad puedo sentir tu dolor. Puedo ver en tus ojos tu pasado, el pasado que tanto te marcó. Puedo ver como quieres progresar, veo como quieres una nueva vida pero a la vez también puedo ver que no quieres deshacerte de todos esos recuerdos que guardas en lo más profundo de tu corazón.

Veo como fueron tiempos buenos, veo cómo eras feliz, como te sentías en aquel momento... Cómo todo tu mundo giraba en torno a la misma persona. Y, ¿sabes, príncipe? Puede que yo sienta lo mismo. Veo todos mis buenos recuerdos con aquel hombre al que un día amé y por mucho dolor que pueda sentir, no quiero echarlos a perder. No quiero arrancarlos de mi corazón para ver que alguien diferente pueda reemplazarlos. Y ahora que caigo en la cuenta, los dos estamos equivocados. Esperamos que los buenos tiempos vuelvan a nosotros por arte de magia, esperamos grandes logros sin antes cuestionarnos que quizás somos nosotros los que deberíamos de empezar a tirar el pasado a la basura.

Tú, cada vez que ves una nueva princesa, encuentras al segundo todos sus miles de defectos. Luego comienzan las comparaciones... Luego imaginas conversaciones, pero sabes que por mucho que busques nunca encontrarás algo como todo aquello que un día tuviste y que alguien dejó que se esfumara. Yo también he sentido eso. Yo también camino observando a la gente y me digo a mí misma que ninguno podrá parecerse ni un poquito solo. Esperamos mucho del pasado, esperamos que esta vez pueda ser diferente... Buscamos echarle la culpa a alguien, a una sombra alargada como una vez escuché por ahí... Pero, ¿de quién es la culpa, príncipe? Si en realidad sientes que no se te escapó nada, que hiciste todo lo que estuvo en tu mano para impedirle el paso al dolor, a la tragedia. Sientes que te podrías haber esforzado un poco más, pero que a la vez lo diste todo por aquella mujer... Nos han hecho daño, príncipe. Nos han herido como un niño pequeño que juega y se cae y por regla general se hace una herida en sus rodillas. Y aunque sientes cómo el dolor se desvanece poco a poco, no te importa. Importan los días felices que pasaste, que ahora no pueden volver...

Yo me pregunto si algún día volveré a encontrar a alguien que sea capaz de hacerme sentir lo mismo que aquel hombre. Me pregunto cada mañana si al día siguiente él no será lo primero que me venga a la cabeza. Y tengo esperanzas, ¿sabes? Tengo grandes esperanzas en mi futuro, no muy lejano. Deseo con fuerzas encontrar un amor que me haga feliz, que no me haga daño y que si lo hace, sea capaz de reemplazarlo con más felicidad.

Yo no quiero una vida así, príncipe. Ninguno de nosotros la queremos. Es un por qué. Un por qué no pudo salir bien... Pero observa, observa a tu alrededor la gente que podría convertirse en algo nuevo para ti, en alguien que puedas cambiar, en algo que quieres tener pero que no encuentras el modo. Y yo... Yo seguiré amando al hombre que tanto dolor me causó, al hombre que me regaló miles de momentos de felicidad y sé que algún día mis recuerdos se perderán en el olvido, sé que algún día mi vida cambiará y no será él, sino que conoceré a alguien que me corresponda... Yo sé que tú también puedes lograrlo. Alejémonos de nuestro pasado, príncipe. Vayamos a pasear a lugares nuevos... Esto es todo lo que nos queda príncipe, la paciencia y esperar el progreso...

No hay comentarios:

Publicar un comentario