sábado, 15 de enero de 2011

Bherta

En alguna parte del viaje te perdiste, decidiste que era mejor todo aquel mundo, aquel mundo que en realidad ya sabías que nada te aportaría. Sabías que no era lo sensato, pero sí lo que te decía esa voz interior... Voz que a fin de cuentas andaba equivocada.

Preferiste perderte. Empezar a caminar en otra dirección, sin saber si aquella podría ser la correcta o sencillamente esa misma que ya habías tomado antes, esa que te condució a un lugar en el que siendo sincera, nadie quiere estar. Pero así somos, ¿no? Somos tozudos y no hacemos caso de los consejos. No hacemos caso de las advertencias. Nos equivocamos y nos da igual.

Y así es, ¿no? Te equivocaste y ahora te lamentas. Te lamentas porque sabes que no puedes cambiar esa noche, sabes que no puedes cambiar tus palabras, tu decisión. Preferiste unas sábanas frías, unas que creías que te lo devolverían todo y cuando llegaste viste que ya no quedaba nada. Ni rastro de lo que tú esperabas. Pero dime, ¿qué esperabas?

¿Esperabas una princesa de cuentos de hadas? Una que te esperase cada día y que te hiciera el amor salvajemente por las noches. Una que te escuchara y te gritara cuando se enfadase. Tú también buscabas a tu chica perfecta, como todos los demás. Como todos los que estábamos allí. ¿Equivocado? La princesa resultó ser una simple doncella, resultó ser una camarera con escote desabrochado que solo te vendió su amor a cambio de un par de monedas inservibles en cuestiones de amor. ¿Y tú? Fue un error. Una princesa menos.

Pero tú, como príncipe ya sabías todas las consecuencias que esto traería. Pero ahora no puedes lamentarte, príncipe, ahora debes recoger tus cosas y marcharte como todos los demás. Y me preguntas si encontrarás a una princesa, una te corresponda de verdad. Y yo, como simple sirvienta te digo que jamás conoceré a un príncipe como tú; no te dejarás amar fácilmente, no dejarás que nadie más sea tu Bherta, no dejarás que nadie te vuelva a comprar con amor. Pero, ¿sabes, príncipe? Tenías razón. Estuve tantos meses sirviéndote y observándote que una sirvienta como yo acabó enamorada de un príncipe como tú. Pero yo no soy tu Bherta, no puedes ver en mí una princesa como ella lo era. ¿Pero ella también lo era? No era más que alguien que ganó la batalla, que te robó el corazón y lo regaló en una noche de pasión. Y tú príncipe, me vuelves a pedir consejo, vuelves a decirme qué debes hacer. Y yo, como simple sirvienta y consejera fiel a ti príncipe te digo que lo dejes estar. Deja que llegue una princesa de verdad, una Bherta que te ame, y aunque no puedas ver que una sirvienta como yo podría llegar a ser tu princesa, debes tener fe en ti mismo, debes tener paciencia con las diferentes princesas que encuentres y entender que aunque tengas una princesa perfecta, nunca lo llegarás a ver. Estás destinado a tu Bherta, no puedes cambiarlo. Así, por el resto de tus días. ¿Puede cambiar me preguntas? Eso depende de ti. Quítate tu capa de príncipe. Vístete como un simple hombrecillo. Surmérgete entre los demás y quizás así encuentres a una princesa que te ame. Que sepa amarte y que tú puedas amar. Que te pueda robar el corazón y que no quiera regalarlo... Y antes de que te lo robe, debes entregárselo. Debes entregarlo sin miedo. Hay Bhertas como hay sirvientas, como hay princesas sin mucho que ofrecer pero qué sería todo esto sin Bhertas que nos hicieran cuestionarnos todo desde el principio...

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